Los villancicos con un cante muy arraigado en nuestra cultura. Estas canciones se interpretan en Navidad, normalmente en las celebraciones y reuniones familiares y de amigos que se llevan a cabo en estas fechas. Acompañados de panderetas y zambombas, estas cancioncillas también se han impregnado de flamenco, siendo parte del patrimonio inmaterial que tenemos en Andalucía.
Los orígenes del villancico se remontan al siglo XV y consistían en una composición poética de carácter popular con un estribillo, de unos tres o cuatro versos, que se repite tras cada copla. Derivan del término latino “villanus”, es decir, villanos, que eran las personas de clase humilde que habitaban en las ciudades (villas) medievales, y las encargadas de transmitir, de forma oral, estas “cancioncillas” que versaban sobre todo tipo de temas, y que no siempre iban acompañadas de instrumentos.
Uno de los villancicos más conocidos es Noche de Paz (cuyo nombre original es «Stille nacht, heilige nacht»), traducido a más de 330 idiomas.
Fue durante la Edad Media y el Renacimiento cuando se hicieron populares y tuvieron tanto éxito que algunos compositores de la época, como Gaspar Fernandes o Mateo Flecha, empezaron a ponerle música. Así, los villancicos se convirtieron en uno de los tres grandes géneros de la época, junto a las cantigas y las jarchas mozárabes.
Esta etapa de esplendor se debió, en gran parte, a la Iglesia Católica, que convirtió, durante los siglos XVI y XVII, estas cancioncillas populares en música religiosa, derivando su letra en pasajes del nacimiento y vida de Jesús y su familia.
Por ello, los villancicos que más suenan hoy en día conservan esta temática, aunque su origen no sea la religión.
Y con esta tradición pasa como con todas, que cada región tiene sus propias costumbres y expresiones culturales.
De norte a sur, por ejemplo, en Galicia es típico el Bo Nadal; en Euskadi, Gabonak Gabon y Autxo Porito; en Navarra Ay del chiquirritín; Ya vienen los Reyes Magos, de Aragón; en Cataluña Santa Nit, en Madrid la Marimorena; Hacia Belén va una burra, de Castilla La Mancha; Dime Niño, de Murcia, o Corre, corre al portalico, de Andalucía.
Aunque lo asociemos a una costumbre española, no solo en nuestro país se cantan villancicos, sino que es una costumbre que se extiende por numerosas regiones de todo el mundo: Tu Scendi Dalle Stelle en Italia; Koliadki en Ucrania y Rusia; Agüinaldo en Venezuela; Oh, Du fröhliche, en Alemania; y Christmas Carol en países anglosajones, por ejemplo.
Sin embargo, la canción de Navidad más conocida y que seguro has escuchado o cantado alguna vez, es Noche de Paz, cuyo origen es muy curioso. Este villancico fue creado por un sacerdote austríaco, que tuvo que componer una canción para la misa del gallo de 1818 (la misa que se celebra la noche de Noche Buena) que se pudiese interpretar sin acompañamiento musical, ya que el órgano se había estropeado. Y así fue como nació Stille nacht, heilige nacht, conocida por nosotros como Noche de Paz, y traducida a más de 330 idiomas.
Llegando hasta nuestros días, los villancicos siguen con el mismo carácter popular (la mayoría son conocidos por el “boca a boca”, es decir, pasan de una generación a otra), e incluso se han adaptado a nuevos ritmos: pop, rock, e incluso el flamenco.
Los que tienen un toque flamenco son muy conocidos en Andalucía, sobre todo en la provincia de Cádiz, más concretamente en Jerez de la Frontera, lugar de las famosas fiestas conocidas como las zambombas.
Allí, se canta, se baila, se come y se bebe, al ritmo de instrumentos tradicionales y con letras que tienen siglos de antigüedad y, hay que decirlo, con un toque muy flamenco. El ritmo de estos villancicos flamencos suele ser el de los tangos, las rumbas y las bulerías.
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