El flamenco es un arte de emociones. Los sentimientos están latentes en cada palo flamenco, algo que se refleja en la manera que tienen los artistas de interpretarlo y de conectar con el público. En una actuación, tanto en el cante como en el baile, el objetivo de los intérpretes es despertar las emociones, transmitir mediante la letra, la música, el baile y la expresión.
Y es en este último punto, en la expresión, en la que nos vamos a detener. Es ese lenguaje no verbal el que utilizan los artistas para reforzar su mensaje, a través del movimiento del cuerpo o de la gesticulación con la cara. Con estas expresiones, comunican también la alegría, tristeza o inquietud, es decir, la carga sentimental del palo en cuestión.
La pasión, la tristeza, la furia, el júbilo… el flamenco es pura transmisión de emociones. Piensa, por ejemplo, en un cantaor de flamenco, ¿te has dado cuenta en todo lo que comunica con el lenguaje corporal? Los gestos de la cara, el movimiento de sus manos, su mirada… Todo suma y transmite.
En todo tipo de arte la expresión facial es importante, pero en el flamenco lo es más. En la mayoría de los bailes, el bailaor o la bailaora habla también con su cara: frunciendo el ceño, sonriendo, mostrando seriedad, enfado…
Es el modo que tienen los artistas de reforzar el mensaje, de sentir y transmitir para que el público sienta también durante su interpretación.
Cuando una persona sube a un escenario se transforma. En el caso del baile flamenco, la concentración también hace que la expresión de la cara del artista cambie. La música, el cante, la letra… Estos también son elementos que influyen en la interpretación con el objetivo de crear el ambiente adecuado para despertar esas emociones en el público, para que entiendan la pena, la euforia, la alegría, la pasión….
Digamos que el bailaor o la bailaora transmite bailando aquello que dice el palo flamenco, con la intención de generar emociones en el público. El flamenco no es un baile más. Tiene una carga emocional importantísima que nace de su tradición, del origen de cada palo.
Por ejemplo, la soleá, es un palo solemne. Dadas sus características, se adapta muy bien interpretación de las bailaoras flamencas, porque invita a realizar contoneos de cadera, quiebros de cintura y movimientos de los brazos más propios de las mujeres. En su interpretación, el gesto es más serio que cuando se baila por alegrías, un estilo festero por excelencia, ligero, alegre y sensual, que incluye un desplante, un gesto altivo del bailaor o bailaora ante el público para terminar la actuación.
Interpretar bien un baile o un cante, no es simplemente reproducir mecánicamente con una letra, o realizar una serie de gestos o movimientos. Se trata de expresar lo que dice cada palo. Para ello, el artista ha de conocer con detalle aquello que interpreta, empaparse de su historia y saber qué es lo representa, qué valores, situaciones, recuerdos y emociones encarna cada estilo flamenco.
El intérprete interioriza esta ‘información’ para transmitirla recurriendo, además de a los pasos de baile, al lenguaje corporal, a la expresión de su cara, al movimiento de sus brazo y manos o del contoneo de su cuerpo. El objetivo final es hacer que el público entienda aquello que baila y despertar sus emociones.
Para sentir este diálogo entre el artista y el espectador, lo más recomendable es asistir a un espectáculo flamenco en directo. El ambiente que se crea es indescriptible, de ahí que sea la mejor manera de sentir el flamenco.
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