El baile flamenco, al igual que el cante y el toque o guitarra, han ido integrando diferentes elementos a largo del tiempo, fruto de la influencia que han tenido de otras culturas como la árabe, judía o la de los gitanos. El resultado de ese mestizaje es un arte tan rico y diverso como el que conocemos en la actualidad.
Digamos que el cante, el toque y el baile flamenco son los ‘básicos’ de este arte. Elementos que comparten rasgos comunes, pero que también han tenido un origen y evolución propia.
Aunque al principio la atención del flamenco se centraba en la voz del cantante, poco a poco el baile fue tomando protagonismo en las actuaciones. Desde entonces, esta expresión artística ha ido desarrollándose hasta contar con un estilo propio dentro de la danza.
Fijemos la mirada en el baile flamenco, en los elementos que lo componen y dan forma al mismo. El desarrollo de la música flamenca impulsó el nacimiento del baile, que apareció por primera vez, de modo reconocible, en el siglo XVIII. A lo largo de su historia, ha ido evolucionado hasta convertirse en la expresión artística que es ahora.
En su origen, el baile flamenco se llevaba a cabo en los patios y tabernas. Posteriormente, dio el salto a los antiguos café cantantes. Es, en estos escenarios, donde esta expresión artística va adquiriendo mayor identidad. En parte, gracias al uso de tarimas que imprimían brillantez al zapateado de los bailores y bailaoras por el sonido que hacían, y también por la pasión que ponían estos artistas durante sus actuaciones. Todo esto despertó la atención del público y poco a poco el baile flamenco comenzó a robarle protagonismo al cante.
A principios del siglo XX, los cafés cantantes entraron en declive, pero para entonces el baile flamenco ya se estaba consolidando en otros escenarios gracias a su incorporación en coreografías y en múltiples películas y obras teatrales.
Tanto el baile, como el cante y la música flamenca, incluyen un grado alto de improvisación personal, que se pone de manifiesto en las expresiones espontáneas del interprete durante la actuación. No obstante, a pesar de permitir la espontaneidad del artista, hay elementos que son imprescindibles para la ejecución del bailaor o bailaora.
El primero es fácil de reconocer para todos, seas o no entendido en flamenco. Hablamos del zapateado. Es la música que el artista hace con los pies, una parte esencial del baile, cuyo ritmo podemos comparar con un instrumento de percusión más dentro de un espectáculo flamenco. El taconeo es la combinación rítmica de sonidos que el bailaor o bailaora hace con la punta, la planta y el tacón de los pies sobre el tablao, todo un derroche de fuerza y pasión artística.
La evolución del zapateado ha provocado que se considere un palo flamenco de baile, un estilo que pertenece al grupo de los polirítmicos, es decir, que aglutina los estilos que combinan varios tipos de ritmos durante su ejecución. Existen muchos, digamos ‘tipos de zapateado’, pero su técnica incluye diferentes principios de baile: fuerza, velocidad, postura corporal y el dominio del compás de cada palo.
Otro elemento del baile es la llamada. Es una señal de aviso para el cantaor y el guitarrista. Un paso que incluye sonidos de pies con mucho énfasis. Sirve para avisar al cantaor o guitarrista que empieza o termina el baile o una parte del mismo. La llamada incluye diferentes movimientos con sonidos de pies claros y contundentes.
La escobilla es el apogeo del baile flamenco. Es el momento en el que el bailaor o bailaora ejecuta una composición rítmica completa con un zapateado. Dentro de la estructura del baile, se pueden incluir una o dos escobillas, una breve al principio de la primera letra y otra más elaborada después de la segunda letra.
Una de las características que tiene la escobilla es que conforme va terminando el artista o la artista van aumentando la velocidad del ritmo hasta culminar con un remate, cierre o llamada.
El cierre, como su propia nombre indica, es la acción con la que se termina una secuencia de movimientos, que generalmente se acompaña con percusiones fuertes y posturas determinantes. Con el cierre se pone fin a una parte del baile o a la pieza completa. En función del palo flamenco que se interprete, el cierre tiene unas u otras pautas.
Otro elemento característico del baile flamenco es el desplante. Es el gesto altivo que el bailaor o bailora dirige al público al rematar algún momento de la actuación y que suele arrancar los aplausos de los espectadores.
El paseo son los pasos que permiten al artista desplazarse por el tablao flamenco. El paseo se emplea, generalmente, en las salidas del cante o en los estribillos y suele ir acompañado de movimientos de brazos con pequeños remates de los pies.
Y, por último, las mudanzas, que son los movimientos que el artista hace con el cuerpo, pero sin moverse del sitio, es decir, sin desplazarse. En la mudanza, el protagonismo lo tiene el movimiento de piernas, de torso y brazos, pero sin usar los pies, es decir, sin taconeo.
Como hemos podido comprobar, el baile flamenco tiene una estructura básica que sirve de esquema para interpretar la mayoría de palos flamencos. Es flexible y ofrece muchas posibilidades. Cada bailaor o bailaora organiza e interpreta las diferentes partes del baile a su propia manera, incorporando, además, los elementos característicos de cada estilo.
Para aprender a distinguir estos elementos básicos del baile, nuestra recomendación es ver actuaciones de flamenco y si es en directo, mucho mejor. En Sevilla, el tablao El Palacio Andaluz celebra dos espectáculos diarios, con posibilidad de cenar o tomar una copa mientras disfrutas del show. ¡Reserva tu visita!
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